La noche y el día, la luz y la sombra como fondo de un paisaje que acomoda la vivencia. La propia vida va desfilando por las horas, acuchillada por la tiniebla o rozada por la luz, que tantas veces acaricia la dermis de la ausencia. J. M. Ferreira Cunquero vuelve a introducirnos en ese habitad tan especial, donde vive atando momentos, horas de vida intensas, como aliento único para seguir cotejando momentos existenciales.
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