Hay cinco fuentes de financiamiento para la cultura: el sacrificio personal, la familia, los mecenas, el Estado y el mercado. Todas tienen consecuencias felices o lamentables, que el autor señala en general y en numerosos casos concretos, de manera crítica y también proponiendo soluciones.
Lo mejor es que todas convivan en la animación y dispersión de imprentas, librerías, editoriales, revistas, cafés, tertulias, salones, academias; teatros, grupos de músicos, cantantes y danzantes; galerías, talleres de arquitectos, pintores, escultores y orfebres; microempresas de discos, radio, cine y televisión; páginas web.
Las influencias dominantes del siglo XX nacieron de la libertad creadora de personas que trabajaban por su cuenta . Influyeron por la importancia de su obra, no por su posición como profesores, investigadores, clérigos, funcionarios o ejecutivos.
La cultura libre no parece una institución, pero lo es. Desde el Renacimiento, su animación ha sido el centro sin centro de la cultura moderna. Merece público, aplausos y dinero.
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